domingo, 9 de abril de 2017

LA CALIDAD DE VIDA DE LAS ESTUDIANTES UNIVERSITARIAS

Por Suzuky Margarita Gómez. 

La calidad de  vida como representación colectiva, está en constante  reflexión en los  actuales  momentos, esto motivado a las  incesantes decepciones existenciales, junto al  contorno de  creencias  epistémicas, políticas y sociales que se han venido forjando en los  últimos tiempos.

Intentar desarrollar esta idea resulta de especial interés en el mundo de la investigación, al aproximarse a la realidad de las estudiantes en el sector universitario, desde el proyecto “naturalización de la violencia contra  la mujer”. La realidad con relación a la violencia, la no observación de leyes y normativas, el deterioro del ambiente institucional así como los patrones consumistas y economicistas  que perturban a las estudiantes contemporáneas, han cimentado la necesidad de realizar este estudio, donde en un principio se esperaba encontrar seres humanas independizadas, creativas, auténticas, respetuosas del otro, observadoras y garantes del respeto, no obstante y en contradicción a los primeros hallazgos, cabe agregar una expresión de Escobar (1994);

La sociedad se presenta como opulenta, libre y tolerante, es  en el  fondo una sociedad  donde se da  el domino social y el conformismo, una sociedad uniforme y sin fisuras, sin oposiciones, que ha paralizado el pensamiento crítico; es la negación de la protesta  que genero al hombre unidimensional (p. 136).

La educación universitaria, necesita  en estos  tiempos no solo discursos pedagógicos adecuadamente estructurados cargados de retórica, o  conferencias que anuncian o defienden los paradigmas  tradicionales o emergentes, se  hace imperiosa la construcción de profundas reflexiones vinculadas a las nuevas concepciones científicas,  al nuevo papel de la universidad y las respuestas que la sociedad requiere, pero también debe hablarse sobre la calidad de vida y del sentido de pertenencia. Se hace imperioso rescatar los principios de la educación, entre  los  cuales está el desarrollar a través de la enseñanza las potencialidades de quien la recibe, la adquisición de nuevas habilidades, aptitudes, competencias y destrezas, que le faciliten desenvolverse no sólo en un oficio sino también en todos los ámbitos donde los futuros profesionales desarrollen vínculos y arraigo.
La educación universitaria no puede abandonar sus tres pilares (docencia, investigación, extensión), que  son las bases por  medio de las  cuales la estudiante  puede  desarrollar su potencial y cimentar su capacidad de instituir mejores posibilidades de avance individual y social, ya que esto resultará en una mejor calidad de vida. No obstante, en la realidad de las universitarias entrevistadas, se ha notado una despreocupación por los elementos propios de las dimensiones humanas, proscritas  si se desea por  el escaso conocimiento que se  tiene de ellas,  estas estudiantes son el resultado del subempleo, son víctimas de la pobreza, carentes de originalidad,  emocionalmente frágiles, con escasa motivación, víctimas de la violencia  en todas  sus  formas, poco reflexivas sobre todo entorno a su calidad de vida y estos  hechos coinciden con la actual  crisis  que nos afecta  como continente y especialmente  como  país. Sobre esta situación Gómez y Cuadros (2001) apunta lo siguiente:

Los estudiantes, piensa que deberían ser más creativos, críticos y buscar alternativas de respuesta a los innumerables problemas de su cotidianidad, lo que en la realidad no sucede, ni tampoco lo intenta. Se aprecia un estado de conformismo y pasividad frente a los diversos problemas que se le presentan permanentemente (p. 74).

Emerge entre los  criterios  que definen la problemática  de las  estudiantes la facilidad que  estas poseen al renunciar  a sus principios¸ a sus compañeros, a las instituciones  que  los acogen,  a sus creencias,  carecen de serenidad, de ideas originales así  como a modos tradicionales de vida, al parecer solo existe la necesidad de satisfacer  sus requerimientos económicos.
Las estudiantes priorizan la obtención de artefactos  electrónicos, y queda en un segundo lugar el conciliarse consigo misma y con su entorno.  Esta aseveración se sustenta en la reflexión, producto de la  observación diaria del  contexto universitario donde se realiza la investigación, y esto se sostiene sobre la base de las siguientes premisas: a) se evidencia un estado de conformismo y pasividad ante los variados problemas que se presentan en la institución cotidianamente; b) no se observan acciones, ni compromisos que reflejen posibles cambios antes la situaciones de violencia  que se  presentan; c) la institución carece de espacios propios para la recreación, el deporte y el sano esparcimiento.  Asimismo, se observa una escasa participación por parte de la comunidad en las actividades socioculturales que proponen las unidades encargadas de este propósito; d) con relación a las actividades académicas, se observan serias  fallas en la lectura y la argumentación desarrollándose una  comunidad poco crítica.
A partir de este  análisis, se puede señalar que  la calidad de vida  de las estudiantes universitarias es compleja considerando las desigualdades entre lo que se espera (ideal) y lo que se encuentra (real), considerándose las perspectivas, los requerimientos y las aspiraciones que esbozan. Tales requerimientos no son fáciles de congregar, lo que  marca la forma dinámica de esta categoría en constante tensión, en palabras de García (2001) “…entre lo deseable y lo posible, entre lo individual y lo social, y entre el ser y el hacer…” (p. 34).
A manera de cierre se considera la Violencia Contra la Mujer (VCM) como una  de las transgresiones que la sociedad contemporánea intenta  cubrir  con mayor  ahínco. Y esto se  circunscribe  tanto  a la  violencia  que  se  ejerce  en los  espacios  públicos  como la presente  en el seno familiar, llegando  este  flagelo   a ser causa de tragedias  y muerte en los miembros de  la familia, convirtiéndose este  en una ofensiva a la democracia, la justicia  y la equidad. Las acciones  que ejerce el Estado venezolano para proteger  a la  mujer  víctima de violencia carecen de una  visión integral que logre atender tanto a la persona como  a su entorno, como medida de prevención de esta  situación problemática. Sobre  la base de las  consideraciones anteriores Segura (2013) plantea:

…No resulta difícil admitir que socialmente la violencia de género [VCM] se  ha minimizado y excusado, cuando no ignorado. Es decir, se  ha respaldado de  algún modo y, de algún modo, se ha  apoyado; se ha justificado, con razones que sólo pueden calificarse de peregrinas, y, lo que es más  grave, se ha responsabilizado a la víctima, a la  mujer. Alentado y amparado por un entorno  cómplice, ciego cobarde e interesado,  el agresor se ha alimentado de una serie de contravalores y creencias que  ha incorporado a su propia personalidad y conducta. (p. 362).

Son estas  las razones por la cual proponemos la elaboración de un programa de convivencia social con perspectiva de género, entendiéndose que este apunte a sensibilizar a la sociedad sobre la pandemia en la cual se ha convertido la  violencia  hacia  la mujer. Este programa procurara dar una  mirada integral al tratamiento  del problema y  planteará un conjunto de acciones destinadas a fortalecer los lineamentos propuestos  por  el Estado  venezolano  (a través Ley Orgánica de la Mujer sobre una Vida Libre Violencia ,2007), en atención e intervención a esta situación problemática que hemos planteado y cuyo eje descansa en la atención integral a las mujeres victimas  de  Violencia, que necesitan reencontrase consigo mismas, tener autonomía, empoderarse y emanciparse del entorno que las sesga y  las limita. 

REFERENCIAS:

Escobar, V. (1994). Introducción a la filosofía II. México Editorial McGraw Hill.

Gómez, J. y Cuadros, F. (2001). Una  aproximación al concepto de calidad de vida en los estudiantes universitarios de Tunja. Revista Cultura Científica. N° 1 [Página   en línea] Disponible en: http://www.revistasjdc.com/main/index.php/ccient/article/view/119/0 Consulta [2014: julio 5]

García, E. (2001). Calidad de vida del estudiante universitario. México: Universidad de Nuevo León

Segura, C. (2013). De relatos, mitos y otras verdades. En Investigaciones Feministas (4) 359-380



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