Por Suzuky Margarita Gómez.
La calidad de
vida como representación colectiva, está en constante reflexión en los actuales
momentos, esto motivado a las
incesantes decepciones existenciales, junto al contorno de
creencias epistémicas, políticas
y sociales que se han venido forjando en los
últimos tiempos.
Intentar desarrollar esta idea resulta de especial
interés en el mundo de la investigación, al aproximarse a la realidad de las estudiantes en el sector universitario, desde el proyecto “naturalización de la violencia
contra la mujer”. La realidad con
relación a la violencia, la no observación de leyes y normativas, el deterioro
del ambiente institucional así como los patrones consumistas y
economicistas que perturban a las estudiantes contemporáneas, han cimentado la necesidad de realizar este estudio,
donde en un principio se esperaba encontrar seres humanas independizadas, creativas,
auténticas, respetuosas del otro, observadoras y garantes del respeto, no obstante y en contradicción a los primeros hallazgos, cabe agregar una expresión de Escobar (1994);
La sociedad se presenta como opulenta, libre y
tolerante, es en el fondo una sociedad donde se da
el domino social y el conformismo, una sociedad uniforme y sin fisuras,
sin oposiciones, que ha paralizado el pensamiento crítico; es la negación de la
protesta que genero al hombre
unidimensional (p. 136).
La educación universitaria, necesita en estos
tiempos no solo discursos pedagógicos adecuadamente estructurados
cargados de retórica, o conferencias que
anuncian o defienden los paradigmas
tradicionales o emergentes, se
hace imperiosa la construcción de profundas reflexiones vinculadas a las
nuevas concepciones científicas, al
nuevo papel de la universidad y las respuestas que la sociedad requiere, pero
también debe hablarse sobre la calidad de vida y del sentido de pertenencia. Se
hace imperioso rescatar los principios de la educación, entre los
cuales está el desarrollar a través de la enseñanza las potencialidades
de quien la recibe, la adquisición de nuevas habilidades, aptitudes,
competencias y destrezas, que le faciliten desenvolverse no sólo en un oficio sino también en todos los ámbitos donde los futuros profesionales desarrollen vínculos y arraigo.
La educación universitaria no puede abandonar sus tres
pilares (docencia, investigación, extensión), que son las bases por medio de las
cuales la estudiante puede desarrollar su potencial y cimentar su
capacidad de instituir mejores posibilidades de avance individual y social, ya que esto resultará en una mejor calidad de vida. No obstante, en la realidad de las universitarias entrevistadas, se ha notado una despreocupación por los elementos propios de las dimensiones humanas, proscritas si se desea por el escaso conocimiento que se tiene de ellas, estas estudiantes son el resultado del
subempleo, son víctimas de la pobreza, carentes de originalidad, emocionalmente frágiles, con escasa
motivación, víctimas de la violencia en
todas sus formas, poco reflexivas sobre todo entorno a su calidad de
vida y estos hechos coinciden con la
actual crisis que nos afecta como continente y especialmente como
país. Sobre esta situación Gómez y Cuadros
(2001) apunta lo siguiente:
Los estudiantes, piensa que
deberían ser más creativos, críticos y buscar alternativas de respuesta a los
innumerables problemas de su cotidianidad, lo que en la realidad no sucede, ni
tampoco lo intenta. Se aprecia un estado de conformismo y pasividad frente a
los diversos problemas que se le presentan permanentemente (p. 74).
Emerge entre los
criterios que definen la
problemática de las estudiantes la facilidad que estas poseen al renunciar a sus principios¸ a sus compañeros, a las
instituciones que los acogen,
a sus creencias, carecen de
serenidad, de ideas originales así como a
modos tradicionales de vida, al parecer solo existe la necesidad de
satisfacer sus requerimientos
económicos.
Las estudiantes priorizan la obtención de
artefactos electrónicos, y queda en un
segundo lugar el conciliarse consigo misma y con su entorno. Esta aseveración se sustenta en la reflexión, producto de la observación diaria del contexto universitario donde se realiza la investigación, y esto se sostiene sobre la base de las siguientes premisas: a) se evidencia un estado de conformismo y pasividad ante los
variados problemas que se presentan en la institución cotidianamente; b) no se
observan acciones, ni compromisos que reflejen posibles cambios antes la
situaciones de violencia que se presentan; c) la institución carece de
espacios propios para la recreación, el deporte y el sano esparcimiento. Asimismo, se observa una escasa participación
por parte de la comunidad en las actividades socioculturales que proponen las
unidades encargadas de este propósito; d) con relación a las actividades
académicas, se observan serias fallas en
la lectura y la argumentación desarrollándose una comunidad poco crítica.
A partir de este
análisis, se puede señalar que la
calidad de vida de las estudiantes universitarias es compleja considerando las desigualdades entre lo que se espera
(ideal) y lo que se encuentra (real), considerándose las perspectivas, los requerimientos y
las aspiraciones que esbozan. Tales requerimientos no son fáciles de congregar,
lo que marca la forma dinámica de esta
categoría en constante tensión, en palabras de García (2001) “…entre lo
deseable y lo posible, entre lo individual y lo social, y entre el ser y el
hacer…” (p. 34).
A manera de cierre se considera la Violencia Contra la Mujer (VCM) como una de las transgresiones que la sociedad
contemporánea intenta cubrir con mayor
ahínco. Y esto se circunscribe tanto
a la violencia que se ejerce
en los espacios públicos
como la presente en el seno
familiar, llegando este flagelo
a ser causa de tragedias y muerte
en los miembros de la familia,
convirtiéndose este en una ofensiva a la
democracia, la justicia y la equidad.
Las acciones que ejerce el Estado
venezolano para proteger a la mujer
víctima de violencia carecen de una
visión integral que logre atender tanto a la persona como a su entorno, como medida de prevención de
esta situación problemática. Sobre la base de las consideraciones anteriores Segura (2013) plantea:
…No resulta difícil admitir que
socialmente la violencia de género [VCM] se
ha minimizado y excusado, cuando no ignorado. Es decir, se ha respaldado de algún modo y, de algún modo, se ha apoyado; se ha justificado, con razones que
sólo pueden calificarse de peregrinas, y, lo que es más grave, se ha responsabilizado a la víctima, a
la mujer. Alentado y amparado por un
entorno cómplice, ciego cobarde e
interesado, el agresor se ha alimentado
de una serie de contravalores y creencias que
ha incorporado a su propia personalidad y conducta. (p. 362).
Son estas las razones por la cual proponemos
la elaboración de un programa de convivencia social con perspectiva de género, entendiéndose que este
apunte a sensibilizar a la sociedad sobre la pandemia en la cual se ha
convertido la violencia hacia
la mujer. Este programa procurara dar una mirada integral al tratamiento del problema y planteará un conjunto de acciones destinadas a
fortalecer los lineamentos propuestos
por el Estado venezolano
(a través Ley Orgánica de la Mujer sobre una Vida Libre Violencia ,2007), en atención e intervención a esta situación problemática que hemos planteado y cuyo eje descansa en la atención integral a las mujeres victimas de Violencia, que necesitan reencontrase consigo mismas, tener autonomía, empoderarse y emanciparse del entorno que las sesga y las limita.
REFERENCIAS:
Escobar,
V. (1994). Introducción a la filosofía
II. México Editorial McGraw Hill.
Gómez, J. y Cuadros, F. (2001). Una aproximación al concepto de calidad de vida
en los estudiantes universitarios de Tunja. Revista
Cultura Científica. N° 1 [Página en
línea] Disponible en: http://www.revistasjdc.com/main/index.php/ccient/article/view/119/0 Consulta [2014:
julio 5]
García,
E. (2001). Calidad de vida del estudiante
universitario. México: Universidad de Nuevo León
Segura, C.
(2013). De relatos, mitos y otras verdades. En Investigaciones Feministas (4) 359-380
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