domingo, 30 de abril de 2017

TRABAJO Y EMPODERAMIENTO ECONÓMICO DE LAS MUJERES

Por Suzuky Margarita Gómez Castillo

A pesar de que la mayoría de los países apliquen los acuerdos establecidos en la CEDAW, en la plataforma de Beijing, son muchos los factores que evidencian como la pobreza incide en mayor medida a las mujeres. Estos factores están interrelacionados con la discriminación y la desigualdad que afecta a las féminas, en relación a la educación, los recursos productivos y el control de los bienes, así como la vulneración de sus derechos tanto por la sociedad como en el seno familiar.

Al reflexionar sobre el índice de desarrollo humano y la posición de las mujeres se puede observar según Vilches, Gil, Toscano, y Macías (2009):

la excesiva mortalidad y tasas de supervivencia “artificialmente” más bajas de las mujeres en muchas partes del mundo, como un descarnado aspecto muy visible de la desigualdad sexual, con datos inquietantes de infanticidio femenino, despreocupación por la salud y la nutrición de las mujeres, en especial durante la niñez, etc… (p. 2)

En este sentido, todas estas desigualdades por razones de género, tienen su origen en los prejuicios culturales que apuntala la sociedad. Esto también se presenta en la educación.  En Venezuela se ha logrado una mayor incorporación de las mujeres en el sistema educativo formal y con ello han ingresado al mercado laboral, estas han sido colocadas, según Duarte (2015), “…en áreas de menores niveles de productividad y remuneración…” (p. 4). La brecha de género se mantiene: las mujeres que han completado la educación básica ganan 30% menos que los hombres en el mismo nivel, sin embargo, esta discrepancia disminuye cuando se cuenta con estudios universitarios. Esto coloca en evidencia que la certificación educativa aminora la inequidad de género en la justa retribución, a pesar que la brecha se visibiliza más cuando hay menor escolaridad.
Expone Castillo entrevistada por Duarte (op. cit.) que para explicar la minusvalía o discriminación es necesario aplicar la variable sexo en los indicadores, observándose desde su experiencia como ejemplo en el ámbito profesional, la posición social de las mujeres en el ámbito gerencial donde las mismas se enfrentan al fenómeno denominado “techo de cristal”. Castillo también acota:

Solo 7% de las empresas tienen una junta con más de tres mujeres miembros, según el trabajo “Mujeres Gerentes en la Venezuela de hoy” publicado por el Instituto de Estudios Superiores de Administración, IESA. La proporción de mujeres en las juntas directivas de empresas nacionales se vislumbra en los cargos suplentes. (p. 1).

Lo expresado, muestra que no existe un liderazgo real y significativo entre las mujeres y por lo tanto, se carece de empoderamiento y autonomía económica. Otra diferencia fundamental y que apuntala la idea de que las mujeres sufren la pobreza  con más desventajas, se demuestra cuando a diferencia de los hombres, la mujer carga con la ética feminista del cuidado familiar y los trabajos comunitarios, aparte de realizar labores remuneradas, lo que la lleva a tener doble o triple jornada de trabajo, situación que menoscaba su calidad de vida.

Referencias:

Duarte, M. (2015). La discriminación de género se encuentra disimulada en Venezuela. En: periódico La Razón [Página web en línea] Disponible en: http://www.larazon.net /2015/05/28/la-discriminacion-de-genero-se-encuentra-disimulada-en-venezuela/ [Consulta: 2016, Febrero 21]
Vílchez, A., Gil, D., Toscano, J. y Macías, O. (2009). Igualdad de género. En: Organización de Estados Iberoamericanos [Artículo en línea] Disponible en http://www.oei.es/decada/accion02.htm [Consulta: 2014, Abril 21]

sábado, 22 de abril de 2017

LA NARRACIÓN ORAL ESCÉNICA Y LAS MUJERES VICTIMAS DE VIOLENCIA

Por Suzuky Margarita Gómez Castillo. 

Contar es un acto de comunicación efectiva que va acompañado de  verdadero compromiso. No siempre se narra escénicamente, pero se hace ineludible narrar, confrontarse con las palabras y los gestos con el propósito de conformar una puesta en común y este fue el resultado de un encuentro con las mujeres universitarias, donde las historias, los diálogos, las narraciones y los testimonios se constituyeron en un  instrumento que  viabilizó el proceso de pedagógico e incentivo la empatía durante la sistematización de la experiencia.

En este sentido Zerpa (2012)  indica:

La narración oral escénica…le ha dado vida y alma  espacios de acción comunitaria, donde se abordan situaciones vinculadas con serias problemáticas sociales  como el incremento de la violencia, la deserción escolar…entre otros fenómenos socioeconómicos y socioculturales…(p. 46).

Esta experiencia proporcionó sentido a la necesidad de transformar la realidad  y desarrollar valores sociales y culturales. Las narradoras motivaron con su voz, su expresión corporal y con el respeto a los sentimientos que se despertaron. Al momento de narrar  surgieron compromisos de confiabilidad y  de respeto ante las vivencias y características propias de los otros seres humanos. Estas mujeres compartieron sus experiencias, conmovieron a los y las  asistentes, les hicieron reír, les entristecieron y les hicieron sentir impotentes, sin embargo,  al romper el círculo de miedo, estas participantes se empoderan a través de las palabras. En este mismo orden de ideas, Zerpa (op. cit.) dice:

La narración oral forma parte  de los seres humanos, aunque los seres humanos no estemos consciente de ello. Todos y todas, alguna vez hemos contado algo que nos ocurrió, algo que nos sorprendió y afectó nuestra vida. Algunas veces contamos las experiencias que vivimos, pero también narramos lo que hacen otras personas, lo que hacen personajes de la vida cotidiana y que llaman nuestra atención. Incluso  a veces imitamos a esos personajes, nos apropiamos de sus gestos, de sus dichos, de sus palabras, de sus movimientos. La narración oral es ante todo una experiencia comunicativa, esencial al ser humano (p. 38). 

Estas sesiones permitieron estar cerca a hombres y mujeres unidos  a través de la narración, una experiencia basada en la reconstrucción de la memoria colectiva que persiguió como meta promover los derechos humanos de las mujeres, la convivencia, la equidad, la igualdad, la justicia y la paz. 

Referencias:
Zerpa, I. (2012). El jardín del unicornio. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades, Universidad Central de Venezuela.

domingo, 16 de abril de 2017

RESOLUCIÓN DE NO VIOLENTA CONFLICTOS.

Por Suzuky Margarita Gómez. Castillo

En la resolución de los conflictos se abordan los medios o canales que se pueden utilizar para resolver problemas y controversias. Para la mayoría de los y las participantes, el conflicto es visto como equivalente de violencia. No obstante, la violencia, es utilizada como una salida o respuesta aprendida a un conflicto. En los programas consensuados de formación social, que  se  administran a través de la Cátedra  Libre de  Estudios de las  Mujeres (CLEM-UPEL),  la resolución no violenta de conflicto es considerada como un instrumento para aprender y para ser utilizada de forma constructiva en situaciones donde se presentan discrepancias en el plano personal o comunitario.
Este sentido Burton (1989) señala:

La teoría de la resolución de conflicto como analítica y solución de problema se deriva de una concepción del conflicto como un fenómeno humano normal y universal. Conflicto describe una relación en la que cada parte percibe las metas, valores, intereses y comportamiento del otro como antítesis de los suyos. Conflicto abarca, en primer lugar, las relaciones entre las partes en disputa, sus percepciones y falsas percepciones, los valores compartidos y los que no lo son, y sus metas y motivaciones; en segundo lugar, el medio político, social, económico, e institucional en el que la disputa tiene lugar. Esto implica que el análisis del conflicto requiere del estudio de las relaciones humanas en su totalidad, tanto si son conflictivas como si no lo son, porque son motivaciones y valores humanos los que están involucrados, condicionados por el medio en su totalidad (económico, político, social y ecológico) en el cual se desarrolla esta relación. (p. 5)

A nivel social las estrategias necesarias para afrontar las discrepancias con los otros/as sería: el retomar la confianza en sí mismo y en los demás, lo que significa poder creer en nuestra capacidad  para hacer y enfrentar situaciones con asertividad, Esto se logra reencontrándonos con nuestras habilidades sociales que resultan un recurso eficaz para recuperar el respeto, el amor propio y el  amor hacia los otros.
En el nivel emocional los principales sentimientos que afloran en un conflicto son el enojo, la angustia, el desconsuelo y el miedo. Estos sentimientos se presentan de manera independiente o junta y esto nos invita a plantearnos que necesidades no se han cubierto en una determinada situación. Entre los pasos no judiciales implementados estuvieron en criterio de Hidalgo (2009) “…la conciliación, la negociación, la mediación y el arbitraje…” (p. 235). Esto se encuadra en  valores como el diálogo, la tolerancia, la corresponsabilidad, la convivencia, la solidaridad y la cultura de paz, donde se persigue la transformación de  la realidad que demanda la comunidad.
En el taller de resolución de conflictos  se recomiendan técnicas que permiten la expresión apropiada de los sentimientos, en los casos de Violencia Contra la Mujer, también se recomienda  e  se recomienda en los  casos  de alerta utilizar como apoyo el servicio de escuchas de MINMUJER,  No obstante, dentro de  los  talleres  también se ejercita en el plano de la sororidad la escucha entre pares y  la búsqueda de alternativas eficientes entre el grupo que  sufre el conflicto.
Todo lo ya expuesto, contribuirá a  considerar los diferentes aspectos del problema desde otras miradas, lo que pude ayudar a transformar la interpretación de los hechos o tener nuevas alternativas de solución del conflicto y con esto modificar los sentimientos y comportamientos que se pudieran presentar
Referencia;
Burton, J. (1989). La resolución de conflictos como sistema político. [Página web en línea] Disponible en: http://scar.gmu.edu/La%20Resolucion.pdf  [Consulta: 2016, Febrero 20]
Hidalgo, M. (2009). Programa de intervención para la resolución de conflictos estudiantiles dirigido a los jóvenes el séptimo (7°) grado de la UEN Liceo “Andrés Bello”. Una alternativa para la inducción de Valores de la No-violencia hacia la Convivencia Ciudadana. En: Sapiens. Revista Universitaria de Investigación, n°10, vol. 1,  p. 225-240.



domingo, 9 de abril de 2017

LA CALIDAD DE VIDA DE LAS ESTUDIANTES UNIVERSITARIAS

Por Suzuky Margarita Gómez. 

La calidad de  vida como representación colectiva, está en constante  reflexión en los  actuales  momentos, esto motivado a las  incesantes decepciones existenciales, junto al  contorno de  creencias  epistémicas, políticas y sociales que se han venido forjando en los  últimos tiempos.

Intentar desarrollar esta idea resulta de especial interés en el mundo de la investigación, al aproximarse a la realidad de las estudiantes en el sector universitario, desde el proyecto “naturalización de la violencia contra  la mujer”. La realidad con relación a la violencia, la no observación de leyes y normativas, el deterioro del ambiente institucional así como los patrones consumistas y economicistas  que perturban a las estudiantes contemporáneas, han cimentado la necesidad de realizar este estudio, donde en un principio se esperaba encontrar seres humanas independizadas, creativas, auténticas, respetuosas del otro, observadoras y garantes del respeto, no obstante y en contradicción a los primeros hallazgos, cabe agregar una expresión de Escobar (1994);

La sociedad se presenta como opulenta, libre y tolerante, es  en el  fondo una sociedad  donde se da  el domino social y el conformismo, una sociedad uniforme y sin fisuras, sin oposiciones, que ha paralizado el pensamiento crítico; es la negación de la protesta  que genero al hombre unidimensional (p. 136).

La educación universitaria, necesita  en estos  tiempos no solo discursos pedagógicos adecuadamente estructurados cargados de retórica, o  conferencias que anuncian o defienden los paradigmas  tradicionales o emergentes, se  hace imperiosa la construcción de profundas reflexiones vinculadas a las nuevas concepciones científicas,  al nuevo papel de la universidad y las respuestas que la sociedad requiere, pero también debe hablarse sobre la calidad de vida y del sentido de pertenencia. Se hace imperioso rescatar los principios de la educación, entre  los  cuales está el desarrollar a través de la enseñanza las potencialidades de quien la recibe, la adquisición de nuevas habilidades, aptitudes, competencias y destrezas, que le faciliten desenvolverse no sólo en un oficio sino también en todos los ámbitos donde los futuros profesionales desarrollen vínculos y arraigo.
La educación universitaria no puede abandonar sus tres pilares (docencia, investigación, extensión), que  son las bases por  medio de las  cuales la estudiante  puede  desarrollar su potencial y cimentar su capacidad de instituir mejores posibilidades de avance individual y social, ya que esto resultará en una mejor calidad de vida. No obstante, en la realidad de las universitarias entrevistadas, se ha notado una despreocupación por los elementos propios de las dimensiones humanas, proscritas  si se desea por  el escaso conocimiento que se  tiene de ellas,  estas estudiantes son el resultado del subempleo, son víctimas de la pobreza, carentes de originalidad,  emocionalmente frágiles, con escasa motivación, víctimas de la violencia  en todas  sus  formas, poco reflexivas sobre todo entorno a su calidad de vida y estos  hechos coinciden con la actual  crisis  que nos afecta  como continente y especialmente  como  país. Sobre esta situación Gómez y Cuadros (2001) apunta lo siguiente:

Los estudiantes, piensa que deberían ser más creativos, críticos y buscar alternativas de respuesta a los innumerables problemas de su cotidianidad, lo que en la realidad no sucede, ni tampoco lo intenta. Se aprecia un estado de conformismo y pasividad frente a los diversos problemas que se le presentan permanentemente (p. 74).

Emerge entre los  criterios  que definen la problemática  de las  estudiantes la facilidad que  estas poseen al renunciar  a sus principios¸ a sus compañeros, a las instituciones  que  los acogen,  a sus creencias,  carecen de serenidad, de ideas originales así  como a modos tradicionales de vida, al parecer solo existe la necesidad de satisfacer  sus requerimientos económicos.
Las estudiantes priorizan la obtención de artefactos  electrónicos, y queda en un segundo lugar el conciliarse consigo misma y con su entorno.  Esta aseveración se sustenta en la reflexión, producto de la  observación diaria del  contexto universitario donde se realiza la investigación, y esto se sostiene sobre la base de las siguientes premisas: a) se evidencia un estado de conformismo y pasividad ante los variados problemas que se presentan en la institución cotidianamente; b) no se observan acciones, ni compromisos que reflejen posibles cambios antes la situaciones de violencia  que se  presentan; c) la institución carece de espacios propios para la recreación, el deporte y el sano esparcimiento.  Asimismo, se observa una escasa participación por parte de la comunidad en las actividades socioculturales que proponen las unidades encargadas de este propósito; d) con relación a las actividades académicas, se observan serias  fallas en la lectura y la argumentación desarrollándose una  comunidad poco crítica.
A partir de este  análisis, se puede señalar que  la calidad de vida  de las estudiantes universitarias es compleja considerando las desigualdades entre lo que se espera (ideal) y lo que se encuentra (real), considerándose las perspectivas, los requerimientos y las aspiraciones que esbozan. Tales requerimientos no son fáciles de congregar, lo que  marca la forma dinámica de esta categoría en constante tensión, en palabras de García (2001) “…entre lo deseable y lo posible, entre lo individual y lo social, y entre el ser y el hacer…” (p. 34).
A manera de cierre se considera la Violencia Contra la Mujer (VCM) como una  de las transgresiones que la sociedad contemporánea intenta  cubrir  con mayor  ahínco. Y esto se  circunscribe  tanto  a la  violencia  que  se  ejerce  en los  espacios  públicos  como la presente  en el seno familiar, llegando  este  flagelo   a ser causa de tragedias  y muerte en los miembros de  la familia, convirtiéndose este  en una ofensiva a la democracia, la justicia  y la equidad. Las acciones  que ejerce el Estado venezolano para proteger  a la  mujer  víctima de violencia carecen de una  visión integral que logre atender tanto a la persona como  a su entorno, como medida de prevención de esta  situación problemática. Sobre  la base de las  consideraciones anteriores Segura (2013) plantea:

…No resulta difícil admitir que socialmente la violencia de género [VCM] se  ha minimizado y excusado, cuando no ignorado. Es decir, se  ha respaldado de  algún modo y, de algún modo, se ha  apoyado; se ha justificado, con razones que sólo pueden calificarse de peregrinas, y, lo que es más  grave, se ha responsabilizado a la víctima, a la  mujer. Alentado y amparado por un entorno  cómplice, ciego cobarde e interesado,  el agresor se ha alimentado de una serie de contravalores y creencias que  ha incorporado a su propia personalidad y conducta. (p. 362).

Son estas  las razones por la cual proponemos la elaboración de un programa de convivencia social con perspectiva de género, entendiéndose que este apunte a sensibilizar a la sociedad sobre la pandemia en la cual se ha convertido la  violencia  hacia  la mujer. Este programa procurara dar una  mirada integral al tratamiento  del problema y  planteará un conjunto de acciones destinadas a fortalecer los lineamentos propuestos  por  el Estado  venezolano  (a través Ley Orgánica de la Mujer sobre una Vida Libre Violencia ,2007), en atención e intervención a esta situación problemática que hemos planteado y cuyo eje descansa en la atención integral a las mujeres victimas  de  Violencia, que necesitan reencontrase consigo mismas, tener autonomía, empoderarse y emanciparse del entorno que las sesga y  las limita. 

REFERENCIAS:

Escobar, V. (1994). Introducción a la filosofía II. México Editorial McGraw Hill.

Gómez, J. y Cuadros, F. (2001). Una  aproximación al concepto de calidad de vida en los estudiantes universitarios de Tunja. Revista Cultura Científica. N° 1 [Página   en línea] Disponible en: http://www.revistasjdc.com/main/index.php/ccient/article/view/119/0 Consulta [2014: julio 5]

García, E. (2001). Calidad de vida del estudiante universitario. México: Universidad de Nuevo León

Segura, C. (2013). De relatos, mitos y otras verdades. En Investigaciones Feministas (4) 359-380



sábado, 1 de abril de 2017

CALIDAD DE VIDA

Por Suzuky Margarita Gómez. 

Históricamente  el término calidad de vida es incorporado en los debates públicos  sobre  el ambiente y el menoscabo de los escenarios de  la vida  urbana, a partir de fines  de los  años 50 y comienzos  de los  60. El gradual  interés por estar al tanto  sobre bienestar humano y la incertidumbre ante  los  efectos de la industrialización de la sociedad, provoca la necesidad de evaluar esta situación desde las ciencias  sociales y es  ese momento que se formulan indicadores sociales y estadísticos que permitirían acumular datos vinculados que una vez procesados arrojaban un escenario aproximado de esta realidad.

Durante los  años 70 y comienzos de los  80 los indicadores se transformaron y se diferenciaron  entre sí, desarrollándose un concepto de  calidad de  vida que logra integrar todos las áreas de la vida, definiéndose este como proceso en continuo  movimiento, multidimensional y complejo, que hace referencia tanto a los elementos subjetivos  como también a los  objetivos. Entiéndase  que la calidad de vida está relacionada con la conciliación entre el sí mismo y el ambiente; y esta puede asumirse como la percepción que el ser  humano tienen de las posibilidades que  el ambiente  le proporciona  para satisfacer sus necesidades, la calidad de vida, entonces en la posición de Grimaldo (2011) es “…un proceso [en] desarrollo  y se  organiza a  lo  largo de  una escala continua  entre valores extremos de  alta u óptima y baja o deficiente calidad de vida…” (p. 175). En este sentido la misma autora señala:
A nivel operacional se define como el grado de bienestar a nivel físico, mental y social, que le permiten al individuo la satisfacción de sus necesidades individuales y sociales, en los siguientes dominios de la vida de una persona: Bienestar económico, amigos, vecindario y comunidad, vida familiar y hogar, pareja, ocio, medios de comunicación, religión y salud; medida a partir de las valoraciones y criterios; medida o a partir de los siguientes criterios: Calidad de vida óptima (estado de pleno bienestar físico, mental y social ), tendencia a calidad de vida buena (estado de bienestar físico, mental y social con ciertas limitaciones), tendencia a baja calidad de vida (estado de bienestar físico, mental y social con muchas limitaciones) y mala calidad de vida (estado de bienestar físico, mental y social con serias limitaciones). (p. 176).

En este orden Ardila (2003), plantea que la calidad de  vida es un estado de complacencia, emanado de las  potencialidades humanas, es la apreciación interna (subjetiva) de bienestar físico, espiritual, psico-afectivo y social  que un individuo ha  aprehendido con relación a las  dimensiones de su ambiente. Este autor indica  que  el ser  humano debe  tener  una  actitud  propositiva, abierta y de  resistencia a nivel personal, todo  ello con el  fin de lograr altos  niveles de calidad de vida, pues esto no obedece a los azares  del entorno sino a los esfuerzos que el individuo impulsa  para  estar  bien y obtener  la satisfacción con   las metas  alcanzadas. Esta  teoría no sólo valora si la calidad de  vida es buena o mala, sino que también compromete al ser humano y lo hace responsable en el tránsito  por  lograr una óptima  calidad de  vida. 

Referencias:  

Ardila, (2003). Calidad de vida: una función integradora. En revista: Latinoamericana de Psicología, n° 35, vol. 2, p. 161-164.
Grimaldo, M. (2011). Calidad de  vida en profesionales de la salud en la ciudad de Lima. En: Liberabit, vol. 17, n°2, p. 173-185 Disponible en .  [Consulta: 2014, Julio 4]