Por Suzuky Margarita Gómez.
Históricamente
el término calidad de vida es incorporado en los debates públicos sobre
el ambiente y el menoscabo de los escenarios de la vida
urbana, a partir de fines de
los años 50 y comienzos de los
60. El gradual interés por estar
al tanto sobre bienestar humano y la
incertidumbre ante los efectos de la industrialización de la
sociedad, provoca la necesidad de evaluar esta situación desde las ciencias sociales y es
ese momento que se formulan indicadores sociales y estadísticos que
permitirían acumular datos vinculados que una vez procesados arrojaban un
escenario aproximado de esta realidad.
Durante los
años 70 y comienzos de los 80 los
indicadores se transformaron y se diferenciaron
entre sí, desarrollándose un concepto de
calidad de vida que logra
integrar todos las áreas de la vida, definiéndose este como proceso en
continuo movimiento, multidimensional y
complejo, que hace referencia tanto a los elementos subjetivos como también a los objetivos. Entiéndase que la calidad de vida está relacionada con
la conciliación entre el sí mismo y el ambiente; y esta puede asumirse como la
percepción que el ser humano tienen de
las posibilidades que el ambiente le proporciona para satisfacer sus necesidades, la calidad
de vida, entonces en la posición de Grimaldo (2011) es “…un proceso [en]
desarrollo y se organiza a
lo largo de una escala continua entre valores extremos de alta u óptima y baja o deficiente calidad de
vida…” (p. 175). En este sentido la misma autora señala:
A nivel operacional se define como el grado de bienestar
a nivel físico, mental y social, que le permiten al individuo la satisfacción
de sus necesidades individuales y sociales, en los siguientes dominios de la
vida de una persona: Bienestar económico, amigos, vecindario y comunidad, vida
familiar y hogar, pareja, ocio, medios de comunicación, religión y salud;
medida a partir de las valoraciones y criterios; medida o a partir de los
siguientes criterios: Calidad de vida óptima (estado de pleno bienestar físico,
mental y social ), tendencia a calidad de vida buena (estado de bienestar
físico, mental y social con ciertas limitaciones), tendencia a baja calidad de
vida (estado de bienestar físico, mental y social con muchas limitaciones) y
mala calidad de vida (estado de bienestar físico, mental y social con serias
limitaciones). (p. 176).
En este orden Ardila (2003), plantea que la calidad
de vida es un estado de complacencia,
emanado de las potencialidades humanas,
es la apreciación interna (subjetiva) de bienestar físico, espiritual,
psico-afectivo y social que un individuo
ha aprehendido con relación a las dimensiones de su ambiente. Este autor indica que el
ser humano debe tener
una actitud propositiva, abierta y de resistencia a nivel personal, todo ello con el
fin de lograr altos niveles de
calidad de vida, pues esto no obedece a los azares del entorno sino a los esfuerzos que el
individuo impulsa para estar
bien y obtener la satisfacción
con las metas alcanzadas. Esta teoría no sólo valora si la calidad de vida es buena o mala, sino que también
compromete al ser humano y lo hace responsable en el tránsito por
lograr una óptima calidad de vida.
Referencias:
Ardila, (2003). Calidad de vida:
una función integradora. En revista: Latinoamericana
de Psicología, n° 35, vol. 2, p. 161-164.
Grimaldo, M. (2011). Calidad de
vida en profesionales de la salud en la ciudad de Lima. En: Liberabit, vol. 17, n°2, p. 173-185
Disponible en . [Consulta: 2014, Julio 4]
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