A
manera de introducción:

La andragogía, como disciplina que estudia la educación de adultos, emerge como un marco teórico alternativo que reconoce las particularidades del aprendizaje en esta etapa de la vida. Sus principios fundamentales de horizontalidad y participación, tal como se desprenden de las lecturas de Torres et al. (1994) y Alcalá (1999), proponen una relación de aprendizaje entre iguales y una involucración activa del estudiante adulto en su propio proceso educativo. La tensión entre los principios andragógicos y las dinámicas inherentes a la EAD requiere una exploración para identificar estrategias pedagógicas que realmente empoderen al estudiante adulto.
Competencias
El presente trabajo se sustenta en las siguientes
competencias:
o Precisa
los principios fundamentales que deben caracterizar el hecho educativo
andragógico.
o Identifica
las funciones, actividades y tareas que le corresponde realizar al Participante
y al Facilitador de un proceso andragógico en programas educativos para
adultos, abiertos y a distancia.
o Expresar ideas, conceptos, definiciones y criterios relacionados con la Evaluación Andragógica.
Principios Característicos del Proceso Andragógico
La andragogía, como disciplina enfocada en la
educación de adultos, se distingue por principios fundamentales que reconocen
la naturaleza y las experiencias previas de quienes participan en el proceso de
aprendizaje. La lectura de Torres (Ob. Cit.) enfatiza dos principios centrales:
la horizontalidad y la participación.
La horizontalidad se define como una relación entre
iguales, donde tanto el facilitador como el participante comparten actitudes,
responsabilidades y compromisos hacia el logro de objetivos comunes (Torres,
ibidem p. 4). Este principio se diferencia significativamente de los modelos
pedagógicos tradicionales, donde la relación suele ser vertical, con el
educador como la figura de autoridad que imparte el conocimiento a un
estudiante pasivo. En la andragogía, la experiencia y la madurez del adulto son
reconocidas y valoradas en igualdad de condiciones, creando un ambiente de
respeto mutuo y aprendizaje colaborativo. Esta relación horizontal considera
las necesidades e intereses de los adultos involucrados, sirviendo como base
para una participación efectiva (ídem p. 2). Sobre esto Torres et al. Considera:
El participante adulto es un estudiante que cumple funciones específicas en la sociedad, con capacidad para auto -gobernarse, y una gran experiencia que lo motiva a auto superarse; es responsable y lo manifiesta en todas las actividades que realiza, tiene plena conciencia de lo que se propone alcanzar… (p.4)
La participación, por su parte, implica la acción
conjunta en la toma de decisiones y la ejecución de tareas para alcanzar
resultados efectivos (ídem. p. 5). Este principio va más allá de la simple
asistencia a una actividad educativa; requiere de la madurez, la reflexión, la
actividad crítica y constructiva, la interacción, la confrontación de ideas y
experiencias, la creatividad, la comunicación y una retroalimentación
constante. En contraste con enfoques educativos donde el estudiante a menudo es
un receptor pasivo de información, la andragogía fomenta la involucración
activa del adulto en la planificación, implementación y evaluación de su propio
aprendizaje. Esta participación activa no solo enriquece el proceso de
aprendizaje individual, sino que también contribuye al aprendizaje colectivo a
través del intercambio de conocimientos y experiencias. Sobre esto Alcalá acota
(1999):
HORIZONTALIDAD.
Este principio ha sido debidamente estudiado por los andragogos: Adam, Knowles
y Savicevic, entre otros. Es una relación entre iguales; una interacción de
actitudes, responsabilidades y compromisos hacia el logro de objetivos, metas y
resultados exitosos. Se caracteriza por el hecho fundamental consistente en que
tanto el participante como el facilitador se encuentran en igualdad de
condiciones al tener ambos experiencia y adultez; que son factores
determinantes para que los procesos educativos se planifiquen considerando la
madurez, las necesidades y los intereses que les son propios (p.2).
Estos principios de horizontalidad y participación son
intrínsecamente ligados y se refuerzan mutuamente. Una relación horizontal
facilita una participación genuina, mientras que la participación activa
fortalece el sentido de igualdad y responsabilidad compartida en el proceso de
aprendizaje. Estos elementos distintivos de la andragogía reconocen la
autonomía del adulto como aprendedor y su capacidad para dirigir su propio
proceso educativo, diferenciándose de los modelos pedagógicos centrados en la
transmisión de conocimientos a individuos considerados dependientes en su
aprendizaje.
Rasgos Significativos del Rol o Función del
Participante y el Facilitador
En el marco del proceso andragógico, los roles del
participante y el facilitador se definen por los principios de horizontalidad y
participación, adoptando características particulares que promueven un
aprendizaje significativo y autónomo.
El participante adulto asume un rol activo y
protagónico en su propio proceso de aprendizaje. Su experiencia previa se
convierte en un recurso valioso, aportando conocimientos, habilidades y
perspectivas que enriquecen la situación de aprendizaje. El participante es un
sujeto activo que analiza, reflexiona, cuestiona y contribuye a la construcción
del conocimiento. Su motivación intrínseca, sus necesidades e intereses son
elementos centrales que guían su aprendizaje. Además, se espera que el participante
desarrolle la capacidad de autoevaluación y autorregulación de su propio
progreso, asumiendo la responsabilidad de identificar sus necesidades de
aprendizaje, buscar recursos y evaluar sus logros (Ob. Cit. p. 12).
El facilitador, por otro lado, adopta un rol diferente
al del instructor tradicional. Su función principal es la de crear un ambiente
de aprendizaje colaborativo y respetuoso, donde se valore la experiencia de los
participantes y se fomente la participación activa. El facilitador actúa como
un guía, un mediador y un recurso que apoya el proceso de aprendizaje del
adulto, en lugar de ser la única fuente de conocimiento. Promueve la reflexión
crítica, el diálogo abierto y el intercambio de ideas entre los participantes.
Además, el facilitador debe ser capaz de adaptar las estrategias de enseñanza a
las necesidades e intereses específicos del grupo, reconociendo la diversidad
de experiencias y estilos de aprendizaje. Su rol implica también estimular la
autonomía del participante, fomentando la autogestión del aprendizaje y la
capacidad de identificar y resolver problemas de manera independiente.
La relación entre el participante y el facilitador se
caracteriza por la horizontalidad, donde ambos se reconocen como iguales en
términos de su valor como personas y su capacidad para contribuir al proceso de
aprendizaje. El facilitador no se posiciona como una autoridad impositiva, sino
como un compañero de aprendizaje que comparte su experiencia y conocimientos de
manera colaborativa. Esta dinámica fomenta la confianza, el respeto mutuo y un
sentido de comunidad de aprendizaje, elementos esenciales para el éxito del
proceso andragógico.
Consideraciones finales
La lectura de Torres, subraya la importancia de la
horizontalidad y la participación como principios fundamentales que distinguen
el proceso andragógico de otros enfoques educativos. Estos principios moldean
los roles del participante como un agente activo y autónomo, y del facilitador
como un guía y mediador del aprendizaje. En la educación de adultos, el
reconocimiento de la experiencia, la promoción de la participación activa y el
establecimiento de relaciones horizontales son cruciales para crear situaciones
de aprendizaje significativas y efectivas, que impulsen el desarrollo personal
y profesional de los individuos a lo largo de la vida. La comprensión y
aplicación de estos fundamentos andragógicos son esenciales para quienes
trabajan en el ámbito de la educación abierta y a distancia, donde la autonomía
y la motivación del participante adquieren una relevancia aún mayor.
En síntesis:
- : El facilitador en la andragogía actúa como un
guía, mediador y recurso que fomenta un ambiente de aprendizaje
colaborativo, respetuoso y participativo, valorando la experiencia de los
participantes.
- La evaluación en la andragogía se concibe como un
proceso continuo, formativo y participativo, orientado a fomentar la
autorresponsabilidad, la reflexión crítica y la autogestión del
aprendizaje en el adulto.
- El hecho andragógico se fundamenta en la
comprensión de las características distintivas del adulto como aprendedor,
diferenciándose de la pedagogía centrada en la infancia y la adolescencia.
Sus principios básicos de horizontalidad y participación son esenciales
para un aprendizaje efectivo.
- El facilitador en la andragogía actúa como un guía, mediador y recurso que fomenta un ambiente de aprendizaje colaborativo, respetuoso y participativo, valorando la experiencia de los participantes
Bibliografía
Alcalá, A.
(1999). Lectura No. 10 (recortes. (Compilación con fines
instruccionales). Universidad Nacional Abierta.
Torres, M.,
Fermín, I., Piñero, M. y Arroyo, C. (1994). La Praxis Andragógica. La
horizontalidad y la participación en la situación de aprendizaje. Mérida:
Edición. Universidad de Los Andes. Consejo de Publicaciones. Venezuela.
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