viernes, 15 de agosto de 2008

La Preeminencia del Amor.



Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no hace sinrazón, no se ensancha;
No es injurioso, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal;
No se huelga de la injusticia, mas no se huelga de la verdad;
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser: mas las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha ser quitada;
Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos,
Mas cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño, mas cuando ya fui hombre hecho, dejé lo que era de niño.
Ahora vemos por espejo, en oscuridad; mas entonces veremos cara á cara ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido.
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estas tres: empero el mayor de ellos es el amor.



Fuente: La Santa Biblia, Nuevo testamento, Carta a los Corintios, Cáp.13, pág. 196.
Adaptado por: Gómez, Suzuky. (2005)

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