lunes, 29 de diciembre de 2025

LA PRAXIS ANDRAGÓGICA: PRINCIPIOS Y ROLES DEL PARTICIPANTE Y EL FACILITADOR

Por Suzuky Margarita Gómez. 

A manera de introducción:

El paradigma educativo tradicional, centrado en la pedagogía y sus principios de verticalidad y transmisión unidireccional del conocimiento, históricamente ha dominado los sistemas de enseñanza. Sin embargo, la creciente relevancia de la educación a lo largo de la vida y la necesidad de atender las particularidades del aprendizaje adulto han puesto de manifiesto las limitaciones de este enfoque para este grupo etario. En el contexto específico de la Educación Abierta y a Distancia (EAD), donde la autonomía y la autogestión del aprendizaje son fundamentales, la aplicación de modelos pedagógicos convencionales puede resultar ineficaz e incluso contraproducente, al no considerar las experiencias previas, la motivación intrínseca y las necesidades específicas de los estudiantes adultos. Esta desconexión entre los enfoques educativos tradicionales y las características del aprendedor adulto en la EAD plantea un desafío significativo para garantizar procesos de aprendizaje significativos y exitosos.

La andragogía, como disciplina que estudia la educación de adultos, emerge como un marco teórico alternativo que reconoce las particularidades del aprendizaje en esta etapa de la vida. Sus principios fundamentales de horizontalidad y participación, tal como se desprenden de las lecturas de Torres et al. (1994) y Alcalá (1999), proponen una relación de aprendizaje entre iguales y una involucración activa del estudiante adulto en su propio proceso educativo. La tensión entre los principios andragógicos y las dinámicas inherentes a la EAD requiere una exploración para identificar estrategias pedagógicas que realmente empoderen al estudiante adulto.

Competencias

El presente trabajo se sustenta en las siguientes competencias:

o   Precisa los principios fundamentales que deben caracterizar el hecho educativo andragógico.

o   Identifica las funciones, actividades y tareas que le corresponde realizar al Participante y al Facilitador de un proceso andragógico en programas educativos para adultos, abiertos y a distancia.

o   Expresar ideas, conceptos, definiciones y criterios relacionados con la Evaluación Andragógica.

Principios Característicos del Proceso Andragógico

La andragogía, como disciplina enfocada en la educación de adultos, se distingue por principios fundamentales que reconocen la naturaleza y las experiencias previas de quienes participan en el proceso de aprendizaje. La lectura de Torres (Ob. Cit.) enfatiza dos principios centrales: la horizontalidad y la participación.

La horizontalidad se define como una relación entre iguales, donde tanto el facilitador como el participante comparten actitudes, responsabilidades y compromisos hacia el logro de objetivos comunes (Torres, ibidem p. 4). Este principio se diferencia significativamente de los modelos pedagógicos tradicionales, donde la relación suele ser vertical, con el educador como la figura de autoridad que imparte el conocimiento a un estudiante pasivo. En la andragogía, la experiencia y la madurez del adulto son reconocidas y valoradas en igualdad de condiciones, creando un ambiente de respeto mutuo y aprendizaje colaborativo. Esta relación horizontal considera las necesidades e intereses de los adultos involucrados, sirviendo como base para una participación efectiva (ídem p. 2). Sobre esto Torres et al. Considera:

El participante adulto es un estudiante que cumple funciones específicas en la sociedad, con capacidad para auto -gobernarse, y una gran experiencia que lo motiva a auto superarse; es responsable y lo manifiesta en todas las actividades que realiza, tiene plena conciencia de lo que se propone alcanzar… (p.4)

La participación, por su parte, implica la acción conjunta en la toma de decisiones y la ejecución de tareas para alcanzar resultados efectivos (ídem. p. 5). Este principio va más allá de la simple asistencia a una actividad educativa; requiere de la madurez, la reflexión, la actividad crítica y constructiva, la interacción, la confrontación de ideas y experiencias, la creatividad, la comunicación y una retroalimentación constante. En contraste con enfoques educativos donde el estudiante a menudo es un receptor pasivo de información, la andragogía fomenta la involucración activa del adulto en la planificación, implementación y evaluación de su propio aprendizaje. Esta participación activa no solo enriquece el proceso de aprendizaje individual, sino que también contribuye al aprendizaje colectivo a través del intercambio de conocimientos y experiencias. Sobre esto Alcalá acota (1999):

HORIZONTALIDAD. Este principio ha sido debidamente estudiado por los andragogos: Adam, Knowles y Savicevic, entre otros. Es una relación entre iguales; una interacción de actitudes, responsabilidades y compromisos hacia el logro de objetivos, metas y resultados exitosos. Se caracteriza por el hecho fundamental consistente en que tanto el participante como el facilitador se encuentran en igualdad de condiciones al tener ambos experiencia y adultez; que son factores determinantes para que los procesos educativos se planifiquen considerando la madurez, las necesidades y los intereses que les son propios (p.2).

Estos principios de horizontalidad y participación son intrínsecamente ligados y se refuerzan mutuamente. Una relación horizontal facilita una participación genuina, mientras que la participación activa fortalece el sentido de igualdad y responsabilidad compartida en el proceso de aprendizaje. Estos elementos distintivos de la andragogía reconocen la autonomía del adulto como aprendedor y su capacidad para dirigir su propio proceso educativo, diferenciándose de los modelos pedagógicos centrados en la transmisión de conocimientos a individuos considerados dependientes en su aprendizaje.

Rasgos Significativos del Rol o Función del Participante y el Facilitador

En el marco del proceso andragógico, los roles del participante y el facilitador se definen por los principios de horizontalidad y participación, adoptando características particulares que promueven un aprendizaje significativo y autónomo.

El participante adulto asume un rol activo y protagónico en su propio proceso de aprendizaje. Su experiencia previa se convierte en un recurso valioso, aportando conocimientos, habilidades y perspectivas que enriquecen la situación de aprendizaje. El participante es un sujeto activo que analiza, reflexiona, cuestiona y contribuye a la construcción del conocimiento. Su motivación intrínseca, sus necesidades e intereses son elementos centrales que guían su aprendizaje. Además, se espera que el participante desarrolle la capacidad de autoevaluación y autorregulación de su propio progreso, asumiendo la responsabilidad de identificar sus necesidades de aprendizaje, buscar recursos y evaluar sus logros (Ob. Cit. p. 12).

El facilitador, por otro lado, adopta un rol diferente al del instructor tradicional. Su función principal es la de crear un ambiente de aprendizaje colaborativo y respetuoso, donde se valore la experiencia de los participantes y se fomente la participación activa. El facilitador actúa como un guía, un mediador y un recurso que apoya el proceso de aprendizaje del adulto, en lugar de ser la única fuente de conocimiento. Promueve la reflexión crítica, el diálogo abierto y el intercambio de ideas entre los participantes. Además, el facilitador debe ser capaz de adaptar las estrategias de enseñanza a las necesidades e intereses específicos del grupo, reconociendo la diversidad de experiencias y estilos de aprendizaje. Su rol implica también estimular la autonomía del participante, fomentando la autogestión del aprendizaje y la capacidad de identificar y resolver problemas de manera independiente.

La relación entre el participante y el facilitador se caracteriza por la horizontalidad, donde ambos se reconocen como iguales en términos de su valor como personas y su capacidad para contribuir al proceso de aprendizaje. El facilitador no se posiciona como una autoridad impositiva, sino como un compañero de aprendizaje que comparte su experiencia y conocimientos de manera colaborativa. Esta dinámica fomenta la confianza, el respeto mutuo y un sentido de comunidad de aprendizaje, elementos esenciales para el éxito del proceso andragógico.

Consideraciones finales

La lectura de Torres, subraya la importancia de la horizontalidad y la participación como principios fundamentales que distinguen el proceso andragógico de otros enfoques educativos. Estos principios moldean los roles del participante como un agente activo y autónomo, y del facilitador como un guía y mediador del aprendizaje. En la educación de adultos, el reconocimiento de la experiencia, la promoción de la participación activa y el establecimiento de relaciones horizontales son cruciales para crear situaciones de aprendizaje significativas y efectivas, que impulsen el desarrollo personal y profesional de los individuos a lo largo de la vida. La comprensión y aplicación de estos fundamentos andragógicos son esenciales para quienes trabajan en el ámbito de la educación abierta y a distancia, donde la autonomía y la motivación del participante adquieren una relevancia aún mayor.

En síntesis:

  • : El facilitador en la andragogía actúa como un guía, mediador y recurso que fomenta un ambiente de aprendizaje colaborativo, respetuoso y participativo, valorando la experiencia de los participantes.
  • La evaluación en la andragogía se concibe como un proceso continuo, formativo y participativo, orientado a fomentar la autorresponsabilidad, la reflexión crítica y la autogestión del aprendizaje en el adulto.
  • El hecho andragógico se fundamenta en la comprensión de las características distintivas del adulto como aprendedor, diferenciándose de la pedagogía centrada en la infancia y la adolescencia. Sus principios básicos de horizontalidad y participación son esenciales para un aprendizaje efectivo.
  • El facilitador en la andragogía actúa como un guía, mediador y recurso que fomenta un ambiente de aprendizaje colaborativo, respetuoso y participativo, valorando la experiencia de los participantes

Bibliografía

Alcalá, A. (1999). Lectura No. 10 (recortes. (Compilación con fines instruccionales). Universidad Nacional Abierta.

 

Torres, M., Fermín, I., Piñero, M. y Arroyo, C. (1994). La Praxis Andragógica. La horizontalidad y la participación en la situación de aprendizaje. Mérida: Edición. Universidad de Los Andes. Consejo de Publicaciones. Venezuela.

 


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