jueves, 22 de septiembre de 2016

Una historia mínima sobre la violencia contra la mujer

Por Suzuky Margarita Gómez.

La Cultura patriarcal no considera relevante el papel de la mujer si se compara con la del hombre, supone que los puestos de liderazgo sean en el gobierno, la política, la empresa deben estar ocupados primordialmente por varones. Mientras que las mujeres tienen estipulados áreas físicas y simbólicas que no han sido seleccionados por ellas y que están alejados del reconocimiento que esta previamente asignado a los hombres.

 El génesis de esta diferencia se encuentra en los pueblos primitivos en donde el contexto ambiental y los utensilios rústicos, inducían a que fuera el hombre por su condición física, el encargado de buscar los alimentos, mientras que las mujeres tenían la responsabilidad del cuidado de los hijos y de sus propios cuerpos por causa del embarazo y el parto (Cagigas, p. 308). La cultura patriarcal circunscribe ese orden jerarquizado y reproduce una ideología que la soporta. La historia provee un conjunto de reflexiones sobre la mujer y el origen de la violencia, partiendo de la civilización romana donde prevalecían las ideas machistas, allí el padre poseía la patria potestad y tenía el privilegio de tomar decisiones sobre la vida de sus hijos. Tenían el poder de renunciar a sus hijos al nacer, venderlos para ser esclavizados, comprometerlos, casarlos o disolver sus uniones matrimoniales. Las mujeres romanas no podían participar en la política. 

 En la etapa feudal la posición de la mujer no cambia, esta debía profesar la sumisión y la castidad. Señala Sarabia quien cita Gil Ambrona (2006) la condición de violencia física a la que era sometida la reina Urraca en el siglo XII y quien sufría rigurosas tundas por parte de su consorte el rey Alfonzo el Batallador. Otras nobles que fueron confinadas al encierro por parte de sus maridos fueron Isabel la Católica y su hija Juana la Loca. Con la llegada de los españoles al nuevo mundo la situación en materia de violencia no cambia ni para las europeas y menos a las nativas, Gil Ambrona (ob. cit. p.2) apunta sobre las acusaciones a las cuales es sometido Hernán Cortés por causa de la muerte de su esposa Catalina Juárez en 1529. Las mujeres en esta época carecían de seguridad más no de justicia, ya que debían estar representadas por un tutor. Pero podían ser cambiadas para estrechar vínculos o como muestra de paz, una vez unida en matrimonio esta pasaba ser propiedad del marido y de la familia de este. La pureza, la honestidad y la lealtad en el matrimonio eran aspectos relevantes de los derechos de propiedad masculina. La infidelidad de la esposa podía recibir un escarmiento ejemplar ya que constituía una peligrosa afrenta a los derechos de su esposo. 

 La transformación de esta situación comenzó en Inglaterra en 1829 con la abolición del derecho que otorgaba el privilegio a los hombres de escarmentar a sus esposas. Entre 1853 y 1891 se promulgaron otras leyes para prevenir el castigo, los asaltos y derogar el derecho legal que permitía a los maridos emplear contra sus esposas la fuerza física. En Estados Unidos (1894) se concede en Mississippi a una mujer víctima de violencia física el derecho a solicitar el divorcio. En 1900 el código penal alemán determino la igualdad ante la ley de hombres y mujeres. En 1977, Escocia reconoció el derecho del marido a castigar a su mujer, golpeándola en los glúteos pero quedó prohibido las lesiones en la cara. A lo largo de la historia los patrones familiares y sociales han cambiado, en el siglo XX la situación cambia, la mujeres asumen una mayor conciencia personal y exigen ser vistas y tratadas sujetas de derecho y entablan una lucha contra el poder como forma de opresión que se gesta dentro y fuera del seno familiar. 

 No obstante, el proceso de investigación deja en evidencia que la violencia contra la mujer continua siendo un problema de pública y de violación de los derechos humanos de las mujeres. Situación que demando un programa de formación social que intenta solventar esta problemática donde las premisas se enmarcaron en la responsabilidad y el compromiso. 

  Referencias:

Cagigas Arriazu, A. (s/f). El patriarcado, como origen de la violencia doméstica. [Página web en línea] Disponible en: dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=206323 [Consulta: Febrero 19, 2016] Gil Ambrona, A. (2008). 

Hernán Cortés. ¿Asesinó a su esposa? Violencia doméstica en la España colonial. En: Clío: Revista de historia N°60, 60-67 pp.

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